Club Moral - Club Moral
Mi erudición musical no se encuentra más allá de la propia de todo melómano; sin embargo, creo que en nosotros llega el momento que necesitamos mayores experiencias a las que podemos tener acceso por medio de la armonía sonora. Pues es el referente al cual hace señalización ese adjetivo –armonía- el que estatiza el sonido para llevarlo al carácter endeble que usamos para parodiar la música. Ésta, una vez conociéndola a fondo, resulta aburrida, pierde su aspecto artístico y se nos es detestable. Cuántos genuinos melómanos no han odiado la música al menos un par de veces; cuántos no han dejado de escuchar música al encontrarse hartos de ella.
Ello ocurre por el hecho de que las sincronías armónicas repetidas hasta el hastío son el carácter definitorio de todo sonido comprometido con el Establishment.
El Rock parte de una línea común; nos guste o no, todo procede de The Beatles. Y ellos, a su vez, son la música clásica moderna, los cuales, al igual que la música –mal llamada “clásica”-, intentan reproducir las armonías del mundo en el cual se encuentran, respetando las reglas del sonido y encontrándose en coherencia con el Status Quo artístico.
Después de abordar cientos de bandas clásicas del Rock y del Underground paradógico, me refiero al under que se escucha en cualquier sala de conciertos, un melómano no tiene más futuro que sentir un tremendo sentimiento de decepción con respecto al sonido. Y el sonido actual, aquel que se funda en los 90s, es peor aún. La mayoría de las bandas actuales no merecen estar en el léxico de un genuino amante de la música. Pues el amar algo es vivirlo y vivir es hacer juicios en torno a significados; aquellos que han estigmatizado el juicio de valor como algo que al ser relativo es automáticamente invalidado, conocen poco en torno a la naturaleza humana. El humano, con la mente retorcida que lo caracteriza, juzga.
Realmente no hay demasiada diferencia en escuchar Punk de la vieja escuela y cualquier tipo de música comercial. Quitemos al primero un poco de su velocidad, quitemos unas cuantas mentadas de madre y su saña política, reduzcamos su carácter amateur y listo, haremos de The Casualties, Sedición, Sex Pistols o Barboncini Punx un grupo de rock para discoteca.
La amenaza que representó el Underground para la civilización occidental fue solo ideológica. Aún estamos lejos de que el arte sea constituido como movimientos reivindicativos de masas, lo que sí encontramos es que el arte revolucionario se sitúa en medio de contextos de políticas revolucionarias. El arte no cambia tantas cosas como sí lo hace la política, la economía, el institucionalismo…el arte solo es parte de las voces de cambio, no es el cambio.
Cualquier estudioso de la historia, la reconstrucción de las distintas civilizaciones (en su génesis, auge, ocaso y caída), tiene claro de que el carácter evolutivo de una civilización –sí es que comparte la idea referente a que el proceso de desarrollo tiene un carácter evolutivo- se encuentra regido por aquellos que no pertenecieron al proyecto original de la civilización en turno. No son aquellos comprometidos con los estándares los que revolucionan las formas de intercambio social, lo más que pueden hacer es trabajar para que todo siga cambiando bajo el modelo de parametrización, a lo que algunos llaman: trabajar para que todo siga igual.
Las masas, la pavada imposibilitada para pensar por ella misma es de naturaleza conservadora y siempre ha sido la mayoría de la población. En la actualidad tenemos a psicólogos, abogados, politólogos, sociólogos, artistas, técnicos y obreros que no hacen más que repetir el carácter definitorio de las relaciones de producción capitalista, trabajando para que una minoría conserve los privilegios. Justificando el carácter de la sociedad esclavista en el paradigma de la razón.
Cientos de psicólogos se creen razonables al aplicar pruebas sin estandarizaciones fiables para la industria, haciendo cooperar metodológicamente lo teóricamente antitético –el conductismo con el psicoanálisis-, su carácter pragmático –basado en competencias (las cuales nadie puede definir de manera exacta)- justifica el alejamiento de la filosofía, la reflexión y la crítica de su disciplina y sus procedimientos. Actualmente al ser tecnócrata se le identifica con el ser racionalista.
Producto del proceso civilizatorio, nos encontramos con que los politólogos sostienen que la democracia procedimental es un nivel decoroso respecto a las formas de elegir los gobiernos…¿es racional dar tu voto en un pedazo de papel? ¿Es racional que los políticos sean seleccionados por las mayorías en países donde las mayorías carecen de educación básica, por ejemplo, en México? ¿Es racional que el error de unas cuantas multinacionales afecte a toda una población que no sabe algo sobre inversiones o sistemas económicos?
Más de la mitad de la población mundial vive en la pobreza, la sociedad “civilizada” usa drogas legales para poder vivir; los servicios de salud están colapsados pues la sociedad de consumo genera índices altísimos de cáncer, etc…etc…etc.
Entonces: ¿hace falta ser irracional? Sí. Los irracionales –léase: barbaros- espartanos acabaron con los razonables de los atenienses; Sócrates era una especie de irracionalista de su época, un rebelde de 70 años que pugnaba en pro de la libertad de pensamiento; todo el movimiento romántico del siglo XIX era netamente irracionalista y en él se encuentran las críticas más sagaces al sistema. El irracionalismo es, y dudo que cualquier conocedor de los procesos históricos lo niegue, el carácter que dinamiza una sociedad racionalista.
Hace falta ello en el arte sonoro, la música. Históricamente, la música del Establishment es racionalista; sus armonías, la ejecución perfecta, la claridad sonora…toda esa basura es producto de la dependencia que los músicos tienen –o tenemos- hacia la razón. La música se encuentra cuadratizada, subyugada, en su ocaso y, paradójicamente, los músicos –aquellos que aún prestan atención a sus emociones en esta sociedad de acciones- reprimen la experimentación sensible como producto del paradigma racional. ¿Y esto por qué? Porque los artistas viven de su trabajo.
El vivir del trabajo es un vicio común de nuestro tiempo, así como es el repetir el discurso del sistema y sostener la originalidad de él como si éste fuese autogenerado. El carácter artístico es contrario al vivir en una sociedad consumista; el artista genuino es arriesgado, experimentalista, encuentra su placer en su trabajo, no en su bolcillo. Para ser artista se necesita carácter, pues no es fácil la chingadera. El farsante solo hace aquello que le posibilita llenar las bolsas de su pantalón con chequeras millonarias aunque esto lo esclavice a ejecutar 1000 veces una canción de la misma forma.
Bajo esta lógica, han existido pocos artistas. Creo que en la actualidad hay ninguno. Ni Bowie, Lou Reed, Frank Zappa, Blondie, Diamanda Galas, Cinema Strange (y cualquier otro famosillo) merece el honorable título de artista que trabaja más allá de la billetera.
Y si esto pasa en el arte…donde aún se arguye libertad, qué pasa en lo donde la libertad está validada, certificada, elocuenciada y sometida a las autoridades de rubro específico.
De ahí nace, o se justifica, mi actual pasión por lo inmaterializado. Es tan inmaterial que no siempre tiene la misma forma…es difícil encontrar alguna estructura permanente en ello. La búsqueda de lo ilógico me llevó a terrenos pantanosos donde cada paso es sumergirse en un carácter que violenta el paradigma racional, y que este último vitupera “a priori” para que no bebamos de la copa sangrienta de los irracionalistas (soy un vaso que corta, soy sangre, diría un excelente escritor que retrató con su vida las contradicciones del sistema que posibilita “la felicidad y masiva estabilidad social” de la democracia), pues el sistema racionalista es dogmático así como lo fue la Iglesia en la Edad de la Fe.
Cuando se investiga el irracionalismo sin prejuicio, se encuentra en él aquello que se niega de tajo. El sistema tiene cientos de herramientas para idiotizar a la población y hacerla creer que ESTE sistema es el mejor de todos los que han existido; la ciencia, la televisión, los periódicos y las mujeres bellas son parte de esas herramientas idiotizantes. En cuántas escuelas se estudia a los irracionalistas…solo se dice: son malos, son tontos, no los lean pues no tienen algo importante qué decir. TODO LO QUE NO ES RACIONAL ES BASURA, dirían los dogmáticos conductistas mexicanos, aun cuando el fundador del operacionalismo en psicología era un lector empedernido de poesía irracionalista, amante del romanticismo y que realizó estudios –los menos citados en la literatura psicológica skineriana- en torno a la construcción de sonetos de William Shakespeare. Pero, como los estudiantes del Establishment son de naturaleza ignorante, creen todo lo que dicen algunos personajes pedantes que tienen por profesores. Con naturaleza sofista…creen saberlo todo.
En música el terreno no es distinto, los músicos son más ignorantes que los científicos. Los “buenos” rockeros, instigan a admirar a aquellos que no se suicidaron como si el suicidio fuera algo malo en sí mismo y no una decisión netamente personal tal y como lo es, cientos de chicos no admiran la filosofía que subyace en la música, sino cuán virtuoso es en guitarrista de X banda.
Dado mi hastió hacia las cosas, hastió producto de mi necesidad por levantar juicios y reflexionar aquellos axiomas que me dijeron que no se necesitaba juzgar pues eran exactos e incuestionables, llegué, en el sonido, a Club Moral. Una organización enteramente irracionalista en todo sentido. Lectores del filósofo Martin Heidegger, filósofo que se convirtió al nazismo con plena conciencia de él y que presenta un argumento imperdible de la diferenciación entre el nacismo y el social-demócrata, donde la ideología del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán pugnaba por la alimentación del espíritu como rector de la moral, mientras que el carácter democrático es la alimentación de una sociedad consumista que extrae, día a día, la espiritualidad y materializa absolutamente todas las relaciones sociales.
Club Moral no hace música, no les importaba ser músicos. Su carácter es artístico y rememora a las organizaciones experimentales que sostienen que el la imaginación del ser humano se relaciona con el sonido que entorno al pensamiento se gesta, el cual es caótico antes de encontrar orden; el caos es el principio y el fin de orden; ¿no lo creen? Lean a los filósofos y científicos directamente, no a sus intérpretes que vician nuestra opinión con respecto a un sistema de pensamiento, verán cuan caóticos son en sus ideas una vez que estás han adquirido un orden.
Club Moral eran una empresa que generó una orgia sonora, que denota el malestar en la cultura producto de la represión del carácter salvaje que la civilización como sistema global ha impuesto en los hombres.
Club moral, enteramente alejados del Establishment no necesitaron de etiquetas, simplemente fueron personas que hicieron algo con autonomía en su pensamiento y por ello nunca fueron famosos, era imposible que alcanzaran la fama. La fama es el destino de los cómicos de esta sociedad.
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Reviewed by Anónimo
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9:00:00 p.m.
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