Pere Ubu - Modern Dance

Durante los años 70s el rock de los Estados Unidos de América se encontraba en un intercambio generacional; los entes de la vieja escuela dimitían sus estigmatizados sonidos de un movimiento de naturaleza cristiana, el hipismo, y socioburguesa, liberalismo, para dar paso a la dureza e insensibilidad de hormigón característica del trabajador industrial, y regresar a la clase trabajadora su rebelión, lo que por derecho le pertenece. El proletariado urbano no esperaría que las clases altas le otorgaran, una vez más, una runa artística con el cual identificarse, ellos la crearían para que esta fuese la música con su etiqueta de clase. Una música manufacturada por y para el pueblo. 

Del clasicismo solo quedaban vestigios; él era demasiado perfecto para describir una sociedad imperfecta. Los esclavos negros tenían su música, el blues, y siempre ha sido excelente, pero históricamente no confluye con la posmodernidad. Aunque bien puede ser un hecho objetivo de arranque, al fin y al cabo es la música de una clase trabajadora, desposeída, una clase de ascendencia extranjera traída desde áfrica expeditamente para ser explotada en el campo. A pesar de ello, la vida del proletariado industrial dista de la del jornalero agrícola; lo que una bocanada de aire fresco sería en lo rural, millones de partículas cancerígenas serán en lo urbano. 

Para la febril época industrial, cuando el neoliberalismo se construía como el nuevo paradigma que prometía solucionar las más diversas problemáticas que han aquejado históricamente a las mayorías las diferencias de color, ascendencia, descendencia e ideologías pasan a quinto término, lo que requería la industria eran trabajadores, esclavos de la maquinaria que no eran más que apéndices de ésta y el rock su sonido, el sonido de tiempos ludístas.    

La vida en Cleveland era dura. Aún yacen viejas construcciones promotoras del hacinamiento con sus chimeneas como acondicionamiento ambiental de todo el hogar,  miles de kilómetros férreos trajeron ferrocarriles cargados de carbón que despertaban a familias de su letargo nocturno hacia el ocaso de su vida diaria. Obreros, los esclavos  modernos, compartiendo no más que una jornada laboral mal pagada y un baúl de leyendas donde Ned Ludd se muestra hegemónico entre todas ellas. 

Para 1975 el salvajismo, lo anticivilización y el odio contenido de una generación fastidiada de los viejos estigmas y viejos errores daba de qué hablar en Inglaterra y los Estados Unidos (cunas de la música Underground). Eran los proto punks. Patty Smith, Iggy Pop, David Bowie, Lou Reed, Roxy Music, Los Saicos, Nico y The Velvet Underground  experimentaban con el Noise y la transgresión seguiría un linaje genético hasta llegar a New York Dolls, para que estos últimos hablaran a los oídos de The Ramones…los primeros en venderse a los magnates sanguijuelas de la música. 

Hasta el día de hoy las bandas neoyorkinas tienen una zona especial, es una ciudad central y ello desemboca en que en ella aparezca la figura de la fama de manera relativamente sencilla. Pero, Cleveland es una ciudad distinta, más marginal en lo artístico y más olvidada. Cleveland es una periferia industrial y su gente es distinta, más triste y más mística. En New York la extroversión está entre los ladrillos; en Cleveland los ladrillos están hechos por personas introvertidas, individuos más honestos y con menos avaricia por alcanzar la fama. Sería en esta ciudad, y con esta gente, donde nacería la que ha sido llamada por el grueso de la crítica: La mejor banda de Underground Mundial del Siglo XX; el único grupo de Rock N’ Roll expresionista.

David Thomas es el genio que hay detrás de este grupo que toma su nombre de una representación teatral. 45 discos hay en sus 36 años ininterrumpidos de carrera musical. Cientos de covers a ellos, quizás el más famoso fue hecho por Peter Murphy en su carrera solista, Final Solution. 

La genialidad se define con base a su imposibilidad de alienación con la comunidad, el destino de todo genio no está en los puntos medios, los puntos medios son para intelectos comunes, vulgares y encontrados fácilmente en cualquier callejón alquilando putas, ingiriendo drogas y trabajando para las empresas. De Pere Ubu se ha dicho que únicamente les resta un futuro en la música y que es el futuro de toda creación extraordinaria; en la música, ser recordados como la mejor banda de rock de todos los tiempos o ser completamente olvidados. 

Es incierto el futuro que espera a esta  agrupación. A diferencia de cualquier otra que continúa viva después de sus primeros 10 años de vida, y más aún después de sus 36 años, Pere Ubu no se ha convertido en alguna clase de caricatura de sus años juveniles como sí lo son todos los Stones, Bauhaus o el mismísimo David Bowie. Atribuyo ello al hecho de que nunca han buscado la fama internacional ni llevado a cabo giras mundanas y extremadamente largas como las acostumbradas a realizar por las bandas farsantes. Pere Ubu toca poco, pública mucho y cada vez aumenta más su calidad.

Este, The Modern Dance, es uno de los 10 mejores discos que he públicado en UD, y, quizás, el más psicodélico de todos, quizas uno de los que mejor representa lo que durante años he querido decirles y ustedes, neciamente, no han entendido ni una palabra. Creen que solo publico música.

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